1. Tenía un dolor en la garganta desde hace días, a veces sentía que mis defensas bajaban hasta el punto que empezaba a sentir el malestar característico de la primera etapa de fiebre; hice todo lo que conocía, pero nada. El Espíritu Santo se manifestó en mi una vez que oraba, sentí que me estaba comunicando que Él estaba aquí para llevar mis cargas, pero yo no quería llevar por completo las Suyas, por eso se limitaba Su poder en mi vida.
Acepté que no había estado ni evangelizando ni participando en la intercesión por el evangelio, así que dejé las cosas que tenía pendientes y me fui a la congregación, ese día no salí a predicar porque a mi grupo le tocó interceder mientras los demás lo hacían en las calles, pero es una obra igual de importante y Dios la respalda ayudándonos a orar. No sólo se me quitó el dolor de garganta (no recuerdo si allí o al salir o a las horas) sino algunas cosas fluyeron, como mayor manifestación de Dios en mi vida, Jesús es la mayor recompensa.
Jesucristo tiene una carga que Él no puede llevar en la tierra, pues fue a los cielos y Su carne es ahora la Iglesia, quienes debemos continuar Su obra. Cristo oraba por las almas perdidas (aún lo sigue haciendo en los cielos), nosotros debemos hacerlo, Cristo predicó (y aún lo hace cuando se aparece en sueños o visiones a incrédulos), nosotros debemos hacerlo, Cristo liberó cautivos, nosotros debemos hacerlo. Es la carga de Jesús, y nos beneficia pues Él toma nuestras cargas también. Es Su promesa.
2. Tuve una quincena cruel, económicamente hablando. Dios permitió que estuviera en un estado donde tuve que irme al trabajo con el pasaje de ida, más sin dinero para el almuerzo ni para el pasaje de regreso; ese día cobraba pero en cheque y no podría cambiarlo hasta el día siguiente. De ida confiaba, hasta con gozo (por la fe actuamos como locos) sabiendo que Dios me iba a sostener, de alguna manera. Había recibido esta palabra pocos días antes:
Isaías 1:55 A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche.
2 ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura.
Como a las 3 de la tarde aún no había almorzado y tenía hambre, clamé a Dios. Se apareció un vigilante que me había estado pidiendo dinero hace algunos meses y no me había pagado ni mencionado el asunto. Bueno Dios me probó con él pues muchas veces no tenía suficiente dinero y él venía en ese preciso momento a pedirme (y de paso se fuma y bebe el dinero). Hay una palabra que leí que dice: El que da al pobre, a Jehová presta, y a su tiempo se lo pagará. Bueno este día el vigliante me pagó lo que me debía acumulado, me compré una enorme hamburguesa y pude regresar a mi casa al final del trabajo.
3. Estaba cortando madera con una sierra caladora. Tenía puestas unas botas de seguridad de las buenas, que son duras y cómodas, pero tiene un área lateral donde sólo hay cuero (no sé por qué). Bueno cometí el error de poner el pie y afincarlo sobre la misma madera que estaba cortando, de tal manera que cuando quedaba poco por cortar, mi peso hizo que se rompiera lo que quedaba y súbitamente la madera, la sierra y yo nos fuimos para el piso... La sierra se metió en el zapato y cortó toda esa área de cuero por el borde, pero ¡No me tocó el pie! Pensando que el pie estaría sangrando, me quité el zapato (mientras mi mamá se sentaba en una silla del susto pues me vio) pero ni la media ni el pie fueron tocados. ¡Gracias Señor!
4. Esta tarde estaba en un banco cuando vi que sobre una pared se proyectó una luz amarilla que mostraba una sombra: Una mano con una pistola apuntaba hacia la derecha. Me vino a la mente la visión de la mano en la pared, ¿fue esa una visión? ¿Por qué nadie la notó? Es algo muy extraño. Empecé a orar por mí pensando que quizás entrarían unos malandros a asaltar el banco, luego por mi mamá y finalmente por una tía cristiana y su hijo que viven cerca de ese banco.
Más tarde, esa tía estuvo afuera a menos de un kilómetro del sitio donde estaba, unos motorizados le pasaron por un lado y luego dispararon hacia un lugar. Una mujer fue herida y ella tuvo que correr a esconderse, pero no le pasó nada, aparte del susto. Ella contó que sintió algo malo temprano e iba a visitar una amiga, pero no lo hizo porque le dio miedo y la amiga le dijo que iba a orar por ella.
¡Dios la salvó!
Él es el Dios de la Salvación. Gloria, honra y honor a Su nombre, para siempre sea exaltado y reconocido por todas las generaciones.