Cuando Adán y Eva estaban sin pecado, ellos podían ver al Árbol de la vida tal como cualquier otro árbol, y veían a la serpiente antigua, satanás, como otro animal. Para ellos no había diferencia entre el mundo natural y el mundo espiritual, convivían conscientes del uno y el otro, se movían en el plano físico y el espiritual.
Inmediatamente después de pecar, "abrieron sus ojos" (naturales) y vieron que estaban desnudos. Perdieron la percepción espiritual al pecar, por eso ahora sólo concentraron su vista en lo carnal, y las cosas carnales les empezó a preocupar; con ello les sobrevino todas las consecuencias de vivir una vida sin revelación: La segunda pero mayor consecuencia del pecado sobre sus vidas fue que al pecar, tuvieron que ser apartados del Árbol de la Vida, el cual si llegaran a comer vivirían eternamente. Este árbol era Jesús.
Cuando recibimos a Cristo, terminamos de hacer aquello que a Adán y a Eva les fue prohibido, pero que era parte del plan original de nuestro Padre: Comer de la carne de nuestro Señor Jesucristo y beber de Su sangre, para tener vida eterna y plena libertad de todo mal.
A medida que el Señor Jesucristo se va formando en nosotros (nuestra mente llega a ser la de Cristo, somos santificados, amamos como el Señor ama cada vez más, recibimos poder de Él para deshacer las obras del diablo, nos convertimos en la boca de Dios, etc) vamos recibiendo la restauración de nuestra percepción espiritual.
Debemos de tener tal comunión con el Señor, que nuestros sentidos espirituales puedan actuar en nuestras vidas tal como nuestros sentidos naturales lo hacen. Si toco algo caliente, receptores en mis dedos reciben el calor y lo transforman a un impulso eléctrico que viaja por los nervios y llega a la médula y finalmente al cerebro, donde le dice a mi cuerpo instantáneamente, en fracción de segundos: ¡Despega el dedo ya!
Así deberían ser nuestros sentidos espirituales. Tenemos fe y eso ya es percepción espiritual. El vivir por fe cambia radicalmente nuestra conducta y nos hace diferentes "al extremo" del resto del mundo que permanece en oscuridad. Cuando se anuncia escasez, malas noticias, amenazas, enfermedades mortales, nosotros tenemos una esperanza en el Señor que deja boquiabierta a los demás, y que no es natural ni lógica, se basa en alguna promesa de Dios y es porque estamos operando en nuestros sentidos espirituales, que el Señor nos restauró.
Por eso es tan importante mantenernos santos, pues el pecado ciega nuestros ojos y endurece nuestros corazones a la palabra de Dios, y ella es la que nos da vida, así que nos empezamos a morir por dentro, tal como los cuerpos de Adán y Eva al ser apartados del paraíso, empezaron a envejecer.