Desde que acepté al Señor como mi salvador hace 41 años, no recuerdo haber visto en ninguna iglesia que se tomara un texto de Jeremías, Ezequiel o Zacarías para desarrollar una predicación o quizás muy rara vez. Sucede que la temática abordada por estos profetas es la corrección de Dios y esas cosas no entretienen a la audiencia. Es de suponer que en sus tiempos ocurrió lo mismo: no les agradaba escuchar de estas cosas. Es que la gente y principalmente los ministros y gobernantes así como en aquellos tiempos: reyes y sacerdotes quizás creen y creyeron que estas cosas son ocurrencias de los hombres y no de Dios. Precisamente es por esto que el ministerio profético no es incluido en las congregaciones pese a la clara inclusión dada en Efesios 4:11 y es precisamente por esto mismo que desde los tiempos bíblicos hasta el tiempo del fin, el ministerio profético fue y será usado por Dios de este modo un tanto excluido y solitario ya que así podrá hacer su oficio bajo la complacencia de Dios. El ministerio profético, como muy bien lo señala Dios a través de Pablo, es más dirigido hacia los creyentes. El profeta y profetisa deberán acostumbrarse a moverse en situaciones incómodas en que son rechazados sus mensajes pues es lo característico en tal oficio. Muchos profetas han vendido sus mensajes ante el halago y las ofrendas como dice en Miqueas 3:11 y han asumido el rol de evangelistas y de pastores porque es el modo en que pueden vivir de su trabajo. Para poder ser objeto de posteriores invitaciones tienen que predicar las cosas que le agraden a los pastores, dejando de lado lo que Dios les muestra. Es más: hoy día muchos se pagan y se dan el vuelto siendo al mismo tiempo pastor, apóstol, evangelista maestro y profeta cuando el Señor espera que cada ministerio opere en diferentes personas, aunque en armonía, también con relativa independencia, dependiendo todos de Dios.