La palabra del profeta en estos tiempos, al igual que en la apostasía de una generación, no es bien recibida por la mayoría; al contrario, es rechazada.
Como era costumbre de la época antigua colocar atalayas en lugares altos, con instrumentos cuyo sonido era claramente diferenciable y llegaba muy lejos, Dios acostumbra a poner profetas en lugares donde su voz sea oída y se distinga de las demás voces ministeriales.
Entonces Dios puso a sus profetas a gobernar como jueces e incluso algunos reyes y gobernantes de mucho rango.
Delante del Reino pondrá Dios profetas que hablen lo que tienen que decir, desde posiciones de gobierno y liderazgo secular; Su pueblo nuevamente será dirigido por Dios mismo, hablando a través de Sus siervos los profetas.
El cetro vendrá para profetas cuyas voces deben ser escuchadas.