Tuve una visión sobre una mujer que enseñaba mucho su cuerpo voluptuoso, qu se bajaba de un autobús.
En nuestra congregación usamos los autobuses para salir a predicar a lugares fuera de la ciudad.
La estrategia del "Evangelio cambia" son variadas: Predicar de dos en dos por los lugares (allí estoy yo), hacer teatro (de allí el problema), hacer bailoterapia para llamar la atención de las personas (depende pienso yo, de la música y qué ritmos se bailarán), repartir comida a necesitados, ofrecer servicios de peluqiería, colchones inflables, repartir juguetes, pintar caras a los niños...
Hay muchas estrategias útiles, pero donde está lo malo es en los teatros: Obras donde gente baila ritmos mundanos, canciones mundanas (como el ganba style o como se escriba), rock pesado de ese gritón, y las mujeres bailan ritmos eróticos, hay brujas en el escenario haciendo movimientos como de encantamiento, hay gente disfrazada de diablo, hay hombres actuando como afeminados para resaltar la homosexualidad...
El problema de todo esto es que es contrario a la santidad, que significa "apartado" y el fruto de estas predicaciones no es el mismo que vemos en los hechos de los apóstoles. Por dárnosla de creativos, hemos anulado el poder de Dios. Dios no se manifiesta con poder pues no hay un corazón perfecto en estos predicadores que están dispuestos a hacer las cosas del mundo para llamar su atención:
2 Crónicas 16:9 Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él.
Cuando se están haciendo esta parte de las obras donde el diablo hace y deshace en la tarima, no siento nada, pero cuando llega Jesús (en la obra) y se proclama la Palabra de Dios, puedo sentir el impacto espiritual de la Palabra y entonces llega el Espíritu Santo para interceder, y es cuando las personas empiezan a temblar y a llorar. Entonces se hace el llamado a que pasen al frente a recibir a Jesús como Señor y Salvador y se proclama nuevamente la Palabra, y hay manifestación de convicción por parte de muchos que pasan al frente y los que están alrededor que no se acercan pero igual son tocados por el Espíritu Santo.
No es la obra de teatro, no es la música y la coreografía o los efectos lo que mueve a Dios, es Su palabra.
Pero aunque Él se mueva, no se ven esos milagros del libro de los Hechos, aún debemos santificarnos más para que el Señor muestre Su poder avalando el evangelio correcto y puro que Su Santo Espíritu inspira.