¡Gracias, muchas gracias mi Señor por cada
día. cada instante, cada minuto,cada segundo de vida que me regalas.
Consciente estoy y siempre lo he estado del valor de la vida y de la
vida que puedo ver... y hasta por el simple hecho de poder verla. Pienso
y siento pesar cuando por control del número de ellas debo matar una
hormiga. ¡Quién soy yo para destruir tanta perfección hecha por Dios!
Tantas veces debo sacar un bachaco de mi
estudio tomándolo en un papel y volviéndole al jardín. Suelo decir,
aunque en broma cuando debo comer algún animal: ¿quién sabe qué planes
tenía este pollo para su futuro...pero también pienso y a veces digo:
¡El ciclo de la vida: come que luego otros animalitos también nos
comerán!. Si no estamos conscientes de formar parte del ciclo de la
vida, no podemos ser buenos del todo. ¡Cuánta gente hace daño o es
mezquina en los derechos de los demás por ser egoístas en ver sólo lo
suyo, sus derechos, ignorando o no tomando en cuenta su condición de ser
un factor más de ese ciclo que cada día nace y perece, nace y perece.
Por eso el hombre más sabio dijo alguna vez cercano al ocaso de sus días
y su poderío:
Mejor es ir a la casa del luto que a la casa
del banquete; porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que
vive lo pondrá en su corazón. (Eclesiastés 7:2