SENTIRSE MAL HACIENDO LO CORRECTO.

No hay cosa que me cueste más que expresar un “no”. Una palabra tan corta y cuántos sentimientos produce, parece que esté maldita. Al mismo tiempo me examino y sé cuántas veces he dicho “sí” teniendo que haber dicho “no”.

Esto puede parecer un lío ya que sé perfectamente qué debo decir en cada ocasión. Sé lo que me conviene y lo que me daña. Sé lo que me va a enredar. Sé las posibles consecuencias.

Sin embargo, ante decisiones que tengo tan claras, me cuesta mucho pronunciar “no”. Creo que es miedo a sentirme rechazada, diferente al resto de la gente. Ir contra corriente es duro.

Cuando mi respuesta es “sí”, lo es sin más.

Cuando es “no”, me siento obligada a dar una larga serie de explicaciones para no quedar mal o me hagan quedar mal. Parece que algunas veces los que nos rodean no nos entienden.

Decir “no”. Pronunciar la palabra, ¡qué difícil me resulta!, ¡cuántas vueltas le doy después de emitirla!, ¡cuán culpable me siento aun sabiendo que ese “no” es una negación positiva!

No sé si a usted le pasa lo mismo. Sabe que “no” es la respuesta correcta para ciertos casos, pero algo en su interior, o algo en la cara de la otra persona le acusa.

De la única manera que empiezo a sentir consuelo, seguridad en mí misma por estar haciendo lo correcto, es acudiendo a la palabra de Dios, leyendo y releyendo el mensaje que Él transmite. Confiando plenamente en que sus consejos son buenos para mí y por lo tanto para los míos. Así mismo, para usted y los suyos.

Y yo quiero eso, aunque el sentimiento de felicidad por haber hecho lo correcto, tarde un poco en llegar. Y usted, ¿quiere?

Pido al Señor visión y fuerza.

Visión que alumbre los caminos por donde debo avanzar y sepa pronunciar la palabra acertada. Pido visión y fuerza para usted también.

Pidamos juntos resistencia para sentirnos seguros de que estamos haciendo su preciosa voluntad. Seremos felices. No estaremos solos.

Que el Señor nos dé larga vida en valentía para pronunciar lo que debemos en cada momento.