ENCHUFADOS.

Confiad en el Señor para siempre,
porque el Señor es una Roca eterna
Isaías 26:4

Si un día te decides por encender algún aparato de esta tecnología moderna de hoy, pongamos un DVD, y no funcione, probablemente te desesperes. Y es que los aparatos fallan cuando menos te lo esperas, cuando más necesitas que funcionen.

Entonces respirarás hondo e intentarás solucionarlo por todos los medios que se te ocurran: buscarás el librito de instrucciones, llamarás a algún colega a ver si sabe solucionar ese problema... No obstante, muy posiblemente el televisor siga sin funcionar, porque no todo está bajo tu control… ¿verdad?

Y sí, será en medio de un semi-ataque de nervios que llamarás al técnico de la compañía de turno, el cual te preguntará con resignación: ¿Acaso ha mirado usted si el DVD está enchufado a la corriente?

Y es curioso, porque en nuestro día a día espiritual nos ocurre lo mismo. Cuando más confiamos en nosotros mismos, cuando parece que las cosas van sobre ruedas, de repente algo fundamental falla.

Entonces procuramos poner remedio a nuestros problemas; con todo nuestro empeño, con todas nuestras fuerzas. Buscamos en libros de autoayuda, hablamos con psicólogos o amigos…

Y sí, es en medio de nuestra desesperación que clamamos a Dios para que nos dé una respuesta. Y sí, es entonces cuando el Técnico de la Vida pregunta: ¿Acaso has mirado si estás enchufado?

Ya lo dijo Jesús: “Seguid unidos a mí, como yo sigo unido a vosotros. Una rama no puede dar uvas de sí misma, si no está unida a la vid; de igual manera, vosotros no podéis dar fruto, si no permanecéis unidos a mí.” (Juan 15:4).

¿Y qué es permanecer? Permanecer es mantenerse sin cambio en un mismo lugar, estado o calidad.

En el momento en el que no dependemos de Cristo, en el momento en el que creemos que somos autosuficientes, en el momento en el que no permanecemos “enchufados” las cosas no funcionan.

Del mismo modo que un DVD no puede reproducir imágenes por sí mismo, nosotros precisamos de nuestra fuente, de nuestra corriente, para dar frutos. Recibimos fortaleza cuando nos rendimos a Él y le decimos que somos débiles e inadecuados para hacer las cosas por nosotros mismos.