CAVILACIONES
El hombre mientras más conoce y tiene, se hace más prepotente y más enemigo de Dios y de sus semejantes. Claro que hay excepciones pero hablamos de la generalidad de ellos. Pensemos en una persona de un pueblito, que nunca o poco ha visitado una ciudad más o menos grande. Su falta de conocimiento acerca de tantas cosas: ciencia , modas, costumbres distintas a las suyas y amplitud cultural, le hacen conducirse al modo de sus semejantes en su andar en el hablar y en lo que conoce. Se expresa con su lenguaje llano y carente de ortología y sintaxis, no al modo de la gramática citadina sino al trazado por su entorno lingüístico.
Le tiene sin cuidado si está haciéndolo bien o mal porque como sugiere la Biblia: quien no conoce no sufre por lo desconocido al decir: el que añade ciencia, añade dolor.
“Ta gueno como usté dice señol”. Total: si se hace entender y se le entiende…¡qué se va a preocupar de gramática si ni siquiera nota si habla mal…Sabe que le entienden y eso es su normalidad. Es feliz así o al menos no le hace infeliz porque lo que se ignora molesta si se trae a la mente o al cuerpo en forma de pesar. Camina con su cabeza apuntando a la sumisión , casi levantando la mirada en su también normal timidez pueblerina acostumbrado y enseñado a ubicarse por respeto más abajo que los demás. Su andar: sin la clase que el citadino tiene como aceptable. El respeto ajeno es su mayor regla moral.
Llega a la ciudad y comienza a aprender como Eva en el Paraíso. Abre los ojos y se nota desnudo; se viste del ropaje cultural que a estas alturas de la evolución tiende más hacia la serpiente que a Dios. No sólo sabe que ahora sabe sino que lo que sabe lo luce con ostentación en su pueblo natal. Ya no camina como la letra C sino como la I, erguido o como la P sacando el pecho o como la R con paso elegante. Lo que antes le movía a compasión ahora le causa risa . La ciudad le ha enseñado a tener y a valorar a quien más tiene por encima de lo que es. Total… si en los hogares citadinos se ríen de las malacrianzas de sus niños. Estos sí saben malcriar porque crían mal. Dicen: No hagas esto… cuando ellos lo hacen y lo exhiben y en sus escuelas, liceos y universidades lo que se enseña queda en los libros mientras los docente se van cada viernes a libar licor y gastar el pan de su familia. El evangélico de la ciudad es como cualquier otro; lo único que le distinguía de los demás era la Biblia que portaba y cada vez la usa menos, ya sea por esto o por aquello. Los predicadores sienten que si no gritan, ya no podrán arrancar aplausos y emociones y se preocupan más en no abandonar la prédica sin un final espectacular que por dejar bien sembrada la simiente de la convicción en lo que no se ve y se espera…
Y así va transcurriendo el pensamiento mientras se siente caer la lluvia y se recuerda que ayer un carro pasó velozmente sobre un charco para mojar a un transeúnte, que en el autobús atracaron a los pasajeros, que un chiquillo acabó con la vida de otro joven porque no se dejaba robar los zapatos y en alguna megaiglesia un apóstol, superintendente reverendo y profeta enseña sobre éxito y prosperidad en los negocios usando el nombre de uno que apenas tenía donde recostar su cabeza y pedía al Padre el pan de cada día.
Miér Jul 04, 2012 8:31 pm
