Cursaba el tercer año de Bachillerato. Me la pasaba metido en otros asuntos. No era un buen estudiante. Con todo y eso nunca reprobé un año. Dios siempre me ha ayudado. No era creyente pero Dios sabía que lo sería. Anteriormente hacían uno o dos exámenes durante todo el año y mediante ellos se aprobaba o se reprobaba. Todos sabrán que cuando uno no quería estudiar le daba sueño y ganas de hacer otra cosa lo cual conducía a decir: mañana estudio. Así se iba toda la semana hasta que llegaba el día anterior al examen. Me detuve a mirar el cuaderno de Electricidad.¡Cuánto material tenía que estudiar! Era imposible que lo que no hice en meses, lo retuviera en horas apenas, pues ese otro día sería el examen final. Recuerdo que pasé una y otra vez las hojas de aquel cuaderno mientras decía: "¡Dios mío! Si supiera lo que va a salir en el examen". En ese instante cayeron tres gotas de sangre en igual cantidad de hojas de mi cuaderno. ¡Cómo olvidar aquello!: Las gotas de sangre agrupaban un mismo tema: La demostración analítica de la fórmula de la Potencia eléctrica P= V.I P= Icuadrada por R Era un relativamente largo procedimiento matemático a través del cual se demostraba que ambas fórmulas son equivalentes. ¡Total...si eso era lo que saldría en el examen y eran tres hojas en comparación con todo aquel extenso temario, entonces me lo aprendería de memoria. Dios sabía y sabe de mi fe en las evidencias de Su presencia y bien yo sabía que aquello no era una casualidad. Me toqué la cabeza...¡De dónde habían salido aquellas gotas de sangre! Era de mi cabeza. No me pregunten ahora cómo salieron pues no lo sé.
Al día siguiente el profesor nos dice:
-Les tengo una sorpresa: el examen consistirá en una sola pregunta. Demuéstrenme analíticamente la semejanza de estas igualdades P=V.I P=Icuadrada. R
¡¡¡Glooooooria al Altííííísimo!!!
Conservé por mucho tiempo aquel cuaderno hasta que alguien lo tomó o algo así porque nunca más lo volví a ver en mi baúl de libros y cuadernos viejos que ahora adornan mi sala.