El "pobrecito" de Asís
Ayer 4 de octubre fue el día de Francisco de Asís. Para entenderle, debemos conocer su contexto. Al inaugurar el IV concilio lateranense, Inocencio III menciona a los obispos, preocupados sólo por los placeres carnales, sin instrucción espiritual, incapaces de proclamar la palabra de Dios, reinando la inmoralidad y la corrupción en del clero.
Y llegamos así a Francisco de Asís, a su originalidad y profunda coherencia. Un hombre que por nacimiento era rico y que sin duda fue un reformador, y en este sentido entronca con el deseo de vivir lo auténtico del Evangelio de Aquel que “siendo en forma de Dios no estimó ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2. )
Mientras muchos hombres de fe quieren ser dioses, y rodearse de todo tipo de lujos al estilo de los obispos de tiempos de Francisco, el gran pequeño hombre de Asís entendió que era lo contrario, y siendo rico de nacimiento se despojó a sí mismo para servir sin medida. Como Jesús.
Su reforma no fue una lucha de debate teológico, ni incendió la sociedad de su tiempo en bandos, ni revolucionó las ideas. Pero su sombra silenciosa brilló de tal manera que denunció y habló más alto que muchos grandes teólogos.
El bienestar de los llamados países ricos es hoy una droga que nos lleva a estar cada vez más insatisfechos y dependientes. Y nos empuja a construir la vida cimentándola en nuestra propia y egoísta felicidad, basada en lo que poseemos o compramos, en nuestro dinero. Y el amor al dinero se convierte en un ídolo que todo lo corrompe, todo lo emponzoña, desde la política hasta la ciencia o la fe. Por eso hace falta más que nunca el espíritu de Francisco de Asís, cumpliendo que no es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita para sí mismo. Que nuestra verdadera riqueza sea lo que invertimos en los demás, tengamos mucho o poco. Los ataúdes no tienen bolsillos, pero quien hace tesoros en el cielo sabe que allí estarán cuando muera. No es idealismo vacío, son palabras del propio Jesús.
Francisco de Asís en 1210 fue a Roma, y logró que el papa Inocencio III autorizase su regla... para posteriormente desvirtuarse por quienes se llamaban sus seguidores, con el fin de obtener privilegios papales, y algunos franciscanos ser acusados de herejía en Francia, Alemania y Hungría. Entonces Francisco renuncia a todo (¡incluso a su propia obra!) y ya enfermo y casi ciego, compone el hermoso Cantar de las Criaturas y su emotivo Testamento, donde insta a sus discípulos a mantener vivos los ideales de pobreza y rechazar cualquier propiedad y prebenda pontificia.
Dios no elige Comités, ni grupos de trabajo. A lo largo de su Palabra vemos que Dios elige personas, como Francisco de Asís, hombres y mujeres que quieran abrir su corazón a Aquel que nos amó sin límite aunque no le amábamos, dándolo todo sin esperar nada a cambio. ¿Es para ti una utopía? Entonces estás muy lejos de Dios. ¿Te late el corazón y una sensación indescriptible te empuja a soñar poner todo lo que para ti tiene valor en sus manos, sabiendo que El sabrá mejor que tú qué hacer con tu vida? Entonces le tienes cerca de tu corazón, porque quien se humilló hasta lo máximo por ti, ahora “Dios le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y que toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para Gloria del Dios Padre” (Filipenses 2:9-11).
No podemos abandonar este Editorial sin ofrecerles antes un corto video, “El puente”, que para nosotros es una de las mejores y más hermosas paráfrasis del Evangelio puro del que estamos hablando. No les decimos más, pero les rogamos encarecidamente que lo vean, y lo mediten en su corazón.
Redacción es la Dirección de Protestante Digital