A veces Dios nos habla a través de las cosas

Estaba comiendo una vez una carne super dura, y luego comí pollo.

Noté que el pollo era suave, independiemente de la carnicería que fuera, y sentí un repulsivo asco de morderlo. ¡Qué extraño! ¿Me estoy comiendo una persona?

No, era el Espíritu Santo, que daba apertura a una enseñanza:

¿Por qué la carne de ave es tan suave?

El ave es indefensa en muchos sentidos, es débil, no tiene mucho peso, no tiene huesos duros, no tiene formación ósea de alta resistencia, no tiene músculos duros de morder.

En cambio, las bestias terrestres tienen su fortaleza en su tamaño, son fuertes y pesadas, algunas hasta corren más rápido que los humanos, más no que sus depredadores, pero su fortaleza está en sus cuerpos, son un tanque vivo. Por eso su carne es más densa y dura de morder.

¿No somos los creyentes en Cristo como las aves?

Un toro enfrenta al león con su propio tamaño, pero el ave no corre peligro mientras vuela a los lugares altos.

El ave no fue diseñada por el Señor para defenderse de las bestias por sí mismas. Dios les dio alas, y es su cuerpo frágil e independiente de muchos procesos terrestres lo que le permite volar con facilidad a los lugares inalcanzables para la mayoría de la especies. Anidan en los árboles o en los montes, estando en los aires ven las cosas con mayor entendimiento y perspicacia, ello es su defensa.

Los cristianos verdaderos no hacemos tesoros en la tierra, atesoramos en los cielos. No enfrentamos a nuestros enemigos en nuestras fuerzas, llevamos nuestra causa ante el Padre Justo, y si hemos de ser heridos, les dejamos, sabiendo que al alma no podrán dañar, porque le pertenece a Dios, allá arriba subimos cuando estamos atribulados, perseguidos o con hambre, al trono de la Gracia, al lugar secreto del Señor, al monte santo, a la compañía de ángeles, es en los lugares celestiales donde fuimos sentados gracias a nuestro Señor Jesucristo.

Cuando llegamos a los pies del Señor, nos fueron quitadas muchas fortalezas, vinimos a ser golpeados, heridos aún por nuestros propios amigos, desechados y humillados, perdimos nuestra fortaleza en nuestros cuerpos, desechamos luchar en nuestros propias fuerzas, le entregamos el señorío de nuestras vidas a Aquel que murió por nosotros y que nos advirtió que estas cosas pasarían a aquel que quisiera ser Su discípulo. Hemos dejado de ser bestias terrestres, para ser aves de los cielos de nuestro Padre Santo.

Cuando estamos en apuros, en peligros, en persecuciones o en angustias, volemos al monte Santo, a la presencia de Dios, cual ave cuando se alza tras ser perseguido por el depredador de la tierra.

Hace poco sentí la opresión en mi pecho, de que debía orar porque algo malo podría venir, un ataque maligno.

Oré peor no hallé entendimiento, no recibí ni visión ni recuerdo de alguna.

Cuando llegué al edificio, vi a dos perros pequeños de la misma raza; dos niños los habían sacado a pasear. Uno de los perros ladró al otro, y a los niños se les ocurrió cargarlos y ponerlos a pelear como si fueran boxeadores: Les manipulaban las patas delanteras para que parecieran golpes. Los pobres perros con su poca inteligencia no sabían que los estaban manipulando sus dueños, sino que tratando de defenderse y por miedo supongo, se agredían mutuamente como si se tratara de una pelea entre ellos nada más. Luego los niños soltaron a los perros, y éstos empezaron a perseguirse y gruñirse mutuamente, excitados por la reciente pelea, se lanzaban mordiscos y volvían a gruñirse, hasta que los mandaron a regresar al apartamento y se concentraron en otra cosa.

Yo no me metí en el asunto porque no tengo autoridad sobre los niños, ni sobre los perros.

Cuando subí al apartamento, mi mamá y mi hermana habían peleado.


Pasó un rato antes que supiera que Dios no me había hablado a través de sueños, visiones, pero sí de la escena anterior.

Las huestes de maldad o potestades controlan a quienes por el pecado se han hecho esclavos de ellos. Pero no todo es manipulación de principio a fin. Basta con que, puestos de acuerdo, tomen a sus víctimas un poco, una mala palabra aquí, una mala cara allá, y listo, los sueltan. El hombre, al no poder ver aquello que es invisible e inentendible a sus ojos carnales, no entiende que su adversario real no es su prójimo, sino que el enemigo que habla o actúa a través de él, y ambos arremeten unos contra otros en un ciclo vicioso de violencia verbal y/o corporal.


Es por ello que el Señor nos dijo: Poned la otra mejilla. Pues no siempre es el prójimo el que golpea, sino el que está sobre él.

Ec 5:8 Si ves en la provincia que se oprime a los pobres y se pervierte el derecho y la justicia, no te maravilles: porque sobre uno alto vigila otro más alto, y uno más alto está sobre ambos.


Bendiciones.

Voz en el desierto escribió:

carloschop escribió:

Pasó un rato antes que supiera que Dios no me había hablado a través de sueños, visiones, pero sí de la escena anterior.

Escenas como esas también son visiones ¿Recuerdas las visiones de Jeremías? eran escenas acaecidas en la cotidianidad ...como el alfarero...como la olla, como el almendro. Una visión es un mensaje de lo alto. Se constituye en hecho profético cuando se cumple o deja de cumplirse por la intercesión. De hecho un sueño es una visión.

Dios te guarde Carlos

Mhh! ¡Cierto! Me alegra tener un profesor como usted hermano Voz. Dios lo bendiga.